«Errico Malatesta: la vida de un anarquistas» de Max Nettlau

Nuevamente subo este ensayo. Esta vez con la revision del Kolectivo Konciencia Libertaria. Agradezco a ellos por la colaboracion. Dejo el link de su interesante y completa pagina web: http://www.kclibertaria.comyr.com/

Descarga: http://www.divshare.com/download/10429019-c2a

En el cafe – Conversaciones sobre comunismo anarquico

En el folleto En el café, Malatesta plantea en un lenguaje coloquial y sencillo cuestiones esenciales, de la vida cotidiana: la desigualdad económica y social, la explotación capitalista, la necesidad del amor libre, la utilidad de una educación integral que ensamble trabajo manual e intelectual.

Los diálogos de Malatesta son una incitación al debate y un estímulo para la acción transformadora, y el comunismo anárquico una alternativa revolucionaria frente a la barbarie capitalista, estatalista y patriarcal.

Carlos A. Solero

Rosario, Primavera de 2009

Digitalización del folleto editado a cargo de la Editorial de la Biblioteca “Emilio Zola” de Rafaela, Santa Fe, en el año 1935.

Traducción: Diego Abad de Santillan.

BIBLIOTECA “ALBERTO GHIRALDO”

Sarmiento 1418 – Rosario, región argentina.

http://www.bibliotecaalbertoghiraldo.blogspot.com

ghiraldo@hotmail.com

ANARQUISTAS ROSARIO

http://www.grupoanarquistasrosario.blogspot.com

anarquistasrosario@yahoo.com.ar

DESCARGA: http://www.divshare.com/download/launch/9960940-9ab

(ESTA EN PDF Y DOCUMENTO INCLUIDAS LAS TAPAS. TODO EDITADO POR ANARQUISTAS ROSARIO)

Agradezco al grupo Anarquistas Rosario por hacerme llegar este libro hasta ahora inedito en internet.

La Anarquia y el metodo del anarquismo

Ensayo algo extenso como para ponerlo integro..

Gracias a un compa de http://www.alasbarricadas.org/forums/ que se encargo de traducir del italiano la parte que faltaba ahora el texto esta completo…

Para descargar en word: http://www.divshare.com/download/9551000-15d

Extraido y digitalizado de aca: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0018296.pdf

ahora completo gracias a Churchil de a las barricadas

 

Errico Malatesta – La vida de un anarquista

Biografia de Errico Malatesta escrita por Max Nettlau

Digitalizado desde aca: http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0018294

Para descargar:

http://www.divshare.com/download/9448359-fc2

Disculpen los errores de digitalizacion

Programa anarquista

Este texto es el programa que tomo la Unione Anarchica Italiana como

propio en su congreso de Bologna. El texto fue redactado por Errico

Malatesta recuperando y utilizando como base otro texto suyo: “Nuestro

Programa”, texto que en chile también fue difundido a principios del siglo

XX. Recomendamos este texto, para rescatar el trabajo de los militantes

anarquistas de comienzos del siglo pasado y como un referente

programático a tomar en cuenta por quienes se interesan o ven como

suyo los objetivos anarco-comunistas.

Ediciones Voz Negra.

________________________________

El programa de la Unione Anarchica Italiana es el programa comunista–

anárquico revolucionario que fue sostenido ya desde hace cincuenta años en

Italia en el seno de la Primera Internacional bajo el nombre de programa

socialista, que más tarde se distinguió con el nombre de socialista–anárquico,

y que luego, como consecuencia de la creciente degeneración autoritaria y

parlamentaria del movimiento socialista y como reacción contra ella, se llamó simplemente anárquico.

a) ¿Qué queremos?

Creemos que la mayor parte de los males que afligen a los hombres dependen

de la mala organización social, y que si los hombres quisieran y supieran,

podrían destruirlos. La sociedad actual es el resultado de las luchas seculares

que los hombres han librado entre sí. Al no comprender las ventajas que todos podían extraer de la cooperación y de la solidaridad, y al ver en todo otro hombre –salvo a lo sumo los más cercanos por vínculos de sangre – un

competidor y un enemigo, han tratado de acaparar cada uno para sí la mayor

cantidad posible de goces sin preocuparse de los intereses de los demás.

Cuando se llegó a la lucha, naturalmente los más fuertes o los más

afortunados debían vencer, y someter y oprimir de diversas maneras a los

vencidos. Mientras el hombre sólo fue capaz de producir aquello que le

bastaba estrictamente para su mantenimiento, los vencedores estaban

reducidos a poner en fuga o masacrar a los vencidos y apoderarse de los

alimentos reunidos por éstos. Luego, cuando con el descubrimiento del

pastoreo y la agricultura un hombre pudo producir más de lo que necesitaba

para vivir, a los vencedores les resultó más conveniente reducir a la esclavitud a los vencidos y hacerlos trabajar para ellos.

Más tarde, los vencedores se dieron cuenta de que era más cómodo, más

productivo y seguro explotar el trabajo de otros con otro sistema: conservar

para sí la propiedad exclusiva de la tierra y de todos los medios de trabajo, y

dejar nominalmente libres a los despojados, los cuales, por lo demás, al no

tener medios de vida, se veían obligados a recurrir a los propietarios y a

trabajar por cuenta de éstos, en las condiciones que éstos querían.

Así, poco a poco, a través de toda una red complicadísima de luchas de toda

clase, invasiones, guerras, rebeliones, represiones, concesiones arrancadas,

asociaciones de vencidos que se unieron para la defensa y de vencedores que

se unieron para el ataque, se llegó al estado actual de la sociedad, en el cual

algunos detentan hereditariamente la tierra y toda la riqueza social, mientras la

gran masa de los hombres, desheredada de todo, es explotada y oprimida por

unos pocos propietarios.

De esto dependen el estado de miseria en que se encuentran generalmente

los trabajadores y todos los males que de la miseria derivan: ignorancia,

delitos, prostitución, deterioro físico, abyección moral, muerte prematura. De

ahí también la constitución de una clase especial (el gobierno), que provista de

medios materiales de represión tiene como misión legalizar y defender a los

propietarios contra las reivindicaciones de los proletarios, y luego se sirve de la

fuerza que posee para crear privilegios para sí misma y someter a su

supremacía, si le es posible, incluso a la clase propietaria misma. De ahí la

constitución de otra clase especial (el clero) que con una serie de fábulas

sobre la voluntad de Dios, sobre la vida futura, etcétera, trata de inducir a los

oprimidos a soportar dócilmente la opresión, e igual que el gobierno, aparte de

favorecer los intereses de los propietarios favorece también los suyos. De aquí

proviene la formación de una ciencia oficial que es, en todo lo que pueda servir

a los intereses de los dominadores, la negación de la ciencia verdadera. De

aquí el espíritu patriótico, los odios de raza, las guerras y las paces armadas, a

veces más desastrosas que las guerras mismas. De aquí el amor

transformado en tormento o en torpe mercado. De ahí el odio más o menos

larvado, la rivalidad, la sospecha entre todos los hombres, la incertidumbre y el

temor para todos.

Nosotros queremos cambiar radicalmente tal estado de cosas, y puesto que

todos estos males derivan de la lucha entre los hombres, de la búsqueda del

bienestar que cada uno realiza por su cuenta y contra todos los demás,

queremos poner remedio a ello sustituyendo el odio por el amor, la

competencia por la solidaridad, la búsqueda exclusiva del propio bienestar por

la cooperación fraternal para el bienestar de todos, la opresión y la imposición

por la libertad, la mentira religiosa y pseudo-científica por la verdad.

Por lo tanto:

1. Abolición de la propiedad privada de la tierra, de las materias primas y

de los instrumentos de trabajo, para que nadie tenga el medio de vivir

disfrutando del trabajo de otros, y todos, al tener garantizados los medios para

producir y vivir, sean verdaderamente independientes y puedan asociarse

libremente con los demás, para el interés común, y conforme a sus simpatías.

2. Abolición del gobierno y de todo poder que haga la ley y la imponga a

los otros: por lo tanto, abolición de monarquías, repúblicas, parlamentos,

ejércitos, policías, tribunales y cualquier otra institución dotada de medios

coercitivos.

3. Organización de la vida social por obra de libres asociaciones y

federaciones de productores y de consumidores creadas y modifi cadas según

la voluntad de sus componentes, guiados por la ciencia y la experiencia y

libres de toda imposición que no derive de las necesidades naturales, a las

cuales se somete cada uno voluntariamente, vencido por el sentimiento mismo

de la necesidad ineluctable.

4. Garantizar los medios de vida, de desarrollo, de bienestar para los niños

y para todos los que sean incapaces de proveer a sus necesidades.

5. Guerra a las religiones y a todas las mentiras, aunque se oculten, bajo

el manto de la ciencia. Instrucción científica para todos y hasta sus niveles

más elevados.

6. Guerra a las rivalidades y a los prejuicios patrióticos. Abolición de las

fronteras y fraternidad entre todos los pueblos.

7. Reconstrucción de la familia, de la manera que resulte de la práctica del

amor, libre de todo vínculo legal, de toda opresión económica o física, de todo

prejuicio religioso.

Éste es nuestro ideal.

b) Vías y medios

Hemos expuesto en líneas generales cuál es el fi n que queremos alcanzar,

cuál es el ideal por el que luchamos. Pero no basta desear una cosa: si se

quiere obtenerla de verdad hay que emplear los medios adecuados para

conseguirla. Y estos medios no son arbitrarios, sino que derivan

necesariamente del fi n al que se apunta y de las circunstancias en que se

lucha, ya que engañándose respecto de la elección de los medios no se

llegaría al fi n propuesto sino a otro, quizás opuesto, que sería consecuencia

natural y necesaria de los medios empleados.

Quien se pone en camino y equivoca la ruta no va adonde quiere sino adonde

lo lleva la ruta que recorre.

Por lo tanto, es necesario explicar cuáles son los medios que a nuestro

parecer conducen al fi n que nos hemos fi jado, y que nosotros tratamos de

emplear.

Nuestro ideal no es del tipo cuya consecución dependa del individuo

considerado aisladamente. Se trata de cambiar el modo de vivir en sociedad,

de establecer relaciones de amor y solidaridad entre los hombres, de

conseguir la plenitud de desarrollo material, moral e intelectual no para un

individuo solo, no para los miembros de una determinada clase o partido, sino

para todos los seres humanos; y esto no es cosa que se pueda imponer con la

fuerza sino que debe surgir de la conciencia iluminada de cada uno y

realizarse mediante el libre consentimiento de todos. Nuestra primera tarea

debe consistir, por lo tanto, en persuadir a la gente. Es necesario que

llamemos la atención de los hombres sobre los males que sufren y sobre la

posibilidad de destruirlos. Hay que suscitar en cada uno la simpatía por los

males de los demás y el vivo deseo del bien de todos.

A quien tenga hambre y frío le mostraremos cómo sería posible, e incluso fácil,

asegurar a todos la satisfacción de las necesidades materiales. A quien esté

oprimido y vilipendiado, le diremos cómo se puede vivir felizmente en una

sociedad de hombres libres e iguales; a quien esté atormentado por el odio y

el rencor, le señalaremos el camino que lleva a la paz y a la alegría del

corazón, que se siente aprendiendo a amar al prójimo.

Y cuando logremos hacer nacer en el alma de los hombres el sentimiento de

rebelión contra los males injustos y evitables de los que se sufre en la

sociedad actual, y hacer comprender cuáles son las causas de estos males y

cómo depende de la voluntad humana eliminarlos, cuando hayamos inspirado

el deseo vivo, predominante, de transformar la sociedad para el bien de todos,

entonces los convencidos, por impulso propio y por el de aquellos que los han

precedido en la convicción, se unirán y querrán, y podrán, realizar sus ideales

comunes.

Sería absurdo –como ya hemos dicho – y estaría en contradicción con

nuestras finalidades querer imponer la libertad, el amor entre los hombres, el

desarrollo integral de todas las facultades humanas, por medio de la fuerza.

Por consiguiente, es necesario contar con la libre voluntad de los demás, y lo

único que podemos hacer es provocar que se forme y manifieste dicha

voluntad. Pero sería igualmente absurdo y contrario a nuestra finalidad admitir

que quienes no piensan como nosotros nos impidan realizar nuestra voluntad,

siempre que ésta no lesione el derecho a una libertad igual a la nuestra.

Libertad entonces para todos de propagar y experimentar las propias ideas sin

otro límite que el que resulta naturalmente de la igual libertad de todos.

Pero a esto se oponen –y se oponen con fuerza brutal – quienes se benefician

con los actuales privilegios y dominan y regulan toda la vida social actual.

Ésos tienen en su mano todos los medios de producción, y por ende suprimen

no sólo la posibilidad de experimentar nuevos modos de convivencia social, no

sólo el derecho de los trabajadores a vivir libremente de su propio trabajo, sino

también el derecho mismo a la existencia, y obligan a quien no es propietario a

dejarse explotar y oprimir si no quiere morir de hambre.

Ellos tienen policías, jueces, ejércitos creados a propósito para defender sus

privilegios, y persiguen, encarcelan, masacran a los que quieren abolir esos

privilegios y reclaman medios de vida y la libertad para todos.

Celosos de sus intereses presentes e inmediatos, corrompidos por el espíritu

de dominación, temerosos del porvenir, ellos, los privilegiados, son incapaces

en general de un impulso generoso, y también lo son de una concepción más

amplia de sus intereses. Y sería locura esperar que renuncien voluntariamente

a la propiedad y al poder y se adapten a ser iguales a aquellos a los que hoy

tienen sometidos.

Dejando de lado la experiencia histórica –la cual demuestra que nunca una

clase privilegiada se ha desposeído, en todo o en parte, de sus privilegios, y

nunca un gobierno ha abandonado el poder si no se lo obligó a ello con la

fuerza o con el temor de la fuerza –, bastan los hechos contemporáneos para

convencer a cualquiera que la burguesía y los gobiernos se proponen emplear

la fuerza material para defenderse, no sólo contra la expropiación total, sino

también contra las más pequeñas pretensiones populares, y están siempre

listos para realizar las más atroces persecuciones y las más sanguinarias

masacres.

Al pueblo que quiere emanciparse no le queda otro camino que oponer la

fuerza a la fuerza. Resulta de cuanto hemos dicho que debemos trabajar para

despertar en los oprimidos el deseo vivo de una radical transformación social y

persuadirlos de que uniéndose tienen la fuerza necesaria para vencer;

debemos propagar nuestro ideal y preparar las fuerzas morales y materiales

necesarias para vencer a las fuerzas enemigas y organizar la nueva sociedad.

Y cuando tengamos la fuerza suficiente, debemos, aprovechando las

circunstancias favorables que se produzcan oreándolas nosotros mismos,

hacer la revolución social abatiendo con la fuerza al gobierno, expropiando con

la fuerza los propietarios, poniendo en común los medios de vida y e

producción e impidiendo que nuevos gobiernos vengan a imponer su voluntad

y a obstaculizar la reorganización socializada directamente por los

trabajadores.

Todo esto, sin embargo, es menos simple de lo que podría carecer a primera

vista. Tenemos que vérnoslas con los hombres tal cual son en la sociedad

actual, en condiciones morales y materiales muy desgraciadas, nos

engañaríamos si pensáramos que basta la propaganda ara elevarlos a ese

grado de desarrollo intelectual y oral que es necesario para la realización de

nuestros ideales.

Existe una acción recíproca entre el hombre y el ambiente social. os hombres

hacen la sociedad como ésta es y la sociedad hace a los hombres como ellos

son, y de esto resulta una especie e círculo vicioso. Para transformar a la

sociedad es necesario transformar a los hombres, y para transformar a los

hombres es necesario transformar a la sociedad.

La miseria embrutece al hombre, y para destruir la miseria es necesario que

los hombres tengan conciencia y voluntad. La esclavitud educa a los hombres

para que sean esclavos, y para que se liberen de la esclavitud tiene que nacer

en ellos la aspiración a la libertad. La ignorancia hace por cierto que los

hombres no conozcan las causas de sus males y no sepan remediarlos, y para

destruir la ignorancia es necesario que los hombres tengan el tiempo y el

modo de instruirse.

El gobierno acostumbra a la gente a sufrir la ley y a creer que ésta es

necesaria para la sociedad, y para abolir al gobierno se requiere que los

hombres estén persuadidos de la inutilidad y el carácter dañino de la ley.

¿Cómo salir de este círculo vicioso?

Afortunadamente la sociedad actual no ha sido formada por la voluntad

iluminada de una clase dominante, que haya podido reducir a todos los

dominados a instrumentos pasivos e inconscientes de sus intereses. La

sociedad es resultado de mil luchas intestinas, de mil factores naturales y

humanos que actúan en forma casual, sin criterio directivo, y por lo tanto no

existen divisiones netas ni entre los individuos ni entre las clases. Infinitas son

las variedades de las condiciones materiales, infinitos los grados de desarrollo

moral e intelectual, y no siempre –casi diríamos muy raramente – el puesto

que uno ocupa en la sociedad corresponde a sus facultades y aspiraciones.

Con muchísima frecuencia algunos individuos caen en condiciones inferiores a

aquellas a que están habituados, y otros, por circunstancias excepcionalmente

favorables, logran elevarse a condiciones superiores a aquellas en que

nacieron. Una parte notable del proletariado llegó ya a salir del estado de

miseria absoluta, embrutecedora, o no pudo ser reducido nunca a tal situación;

ningún trabajador, o casi ninguno, se encuentra en estado de inconsciencia

completa, de completa aquiescencia a las condiciones impuestas por los

patrones. Y las instituciones mismas, tal como las produjo la historia,

contienen contradicciones orgánicas que son como gérmenes de muerte que

al desarrollarse producen la disolución de la institución y la necesidad de

transformarla.

De ahí la posibilidad del progreso, pero no la posibilidad de llevar, por medio

de la propaganda, a todos los hombres al nivel necesario para que quieran y

hagan la anarquía, sin una transformación previa y gradual del ambiente.

El progreso debe marchar en forma contemporánea y paralela en los

individuos y en el ambiente. Tenemos que aprovechar de todos los medios, de

todas las posibilidades, de todas las ocasiones que nos ofrece el ambiente

actual, para actuar sobre los hombres y desarrollar su conciencia y sus

deseos, debemos utilizar todos los progresos ocurridos en la conciencia de los

hombres para inducirlos a reclamar e imponer las transformaciones sociales

mayores que son posibles y que sirven mejor para abrir el camino a progresos

ulteriores.

No debemos esperar a poder instaurar la anarquía, y entretanto limitarnos a la

simple propaganda. Si lo hiciésemos así, pronto habríamos agotado el campo,

es decir, habríamos convertido a todos aquellos que en el ambiente actual son

susceptibles de comprender y aceptar nuestras ideas, y nuestra ulterior

propaganda resultaría inútil; o si transformaciones del ambiente elevaran a

nuevos estratos populares a la posibilidad de recibir ideas nuevas, esto

ocurriría sin participación nuestra y, por lo tanto, en perjuicio de nuestras

ideas.

Debemos tratar que el pueblo, en su totalidad o en sus diversas fracciones,

pretenda, imponga, tome por sí mismo todas las mejoras, todas las libertades

que desee, a medida que llega a desearlas y tiene la fuerza necesaria para

imponerlas; y propagandeando siempre todo nuestro programa y luchando

siempre por su realización integral, debemos impulsar al pueblo a pretender e

imponer cada vez más, hasta que llegue a la emancipación completa.

c) La lucha económica

La opresión que hoy aflige más directamente a los trabajadores y que es la

causa principal de todas las sujeciones morales y materiales a que éstos están

sometidos es la opresión económica, es decir, la explotación que los patrones

y los comerciantes ejercen sobre ellos gracias al acaparamiento de todos los

grandes medios de producción e intercambio.

Para suprimir en forma radical y sin peligro de retorno esta opresión es

necesario que todo el pueblo esté convencido del derecho que tiene al uso de

los medios de producción y que ponga en práctica su derecho primordial

expropiando a los detentadores del suelo y de todas las riquezas sociales y

poniendo aquél y éstas a disposición de todos.

Pero ¿se puede comenzar esta expropiación ahora mismo? ¿Se puede pasar

hoy directamente, sin grados intermedios, del infierno en que se encuentra

ahora el proletariado al paraíso de la propiedad común?

Los hechos demostrarán de qué son capaces hoy los trabajadores. Nuestra

misión es preparar al pueblo moral y materialmente para esta expropiación

necesaria, e intentarla y volverla a intentar cada vez que una conmoción

revolucionaria nos dé ocasión para ello; hasta el triunfo definitivo. Pero ¿de

qué manera podemos preparar al pueblo? ¿De qué manera prepararemos las

condiciones que hagan posible no sólo el hecho material de la expropiación,

sino también la utilización de la riqueza común en beneficio de todos?

Hemos visto anteriormente que la propaganda por sí sola, hablada o escrita,

es impotente para conquistar a toda la gran masa popular y convertirla a

nuestras ideas. Se requiere una educación práctica, que sea alternativamente

causa y efecto de una gradual transformación del ambiente.

Es necesario que a medida que se desarrollen en los trabajadores el

sentimiento de rebelión contra los injustos e inútiles sufrimientos de que son

víctimas y el deseo de mejorar sus condiciones, éstos luchen unidos entre sí

en forma solidaria para conseguir lo que desean.

Y nosotros, como anarquistas y como trabajadores, debemos incitarlos y

alentarlos a la lucha y luchar con ellos. Pero ¿son posibles estos

mejoramientos en el régimen capitalista? ¿Son útiles desde el punto de vista

de la futura emancipación integral de los trabajadores?

Cualesquiera sean los resultados prácticos de la lucha por los mejoramientos

inmediatos, la utilidad principal reside en la lucha misma. Con ella los obreros

aprenden que el patrón tiene intereses opuestos a los suyos y que no pueden

mejorar su condición, y menos aun emanciparse, sino uniéndose y

volviéndose más fuertes que los patrones. Si llegan a obtener lo que quieren,

estarán mejor, ganarán más, trabajarán menos, tendrán más tiempo y más

fuerza para reflexionar acerca de las cosas que les interesan, y sentirán

enseguida deseos mayores y experimentarán mayores necesidades. Si no

tienen éxito, se verán llevados a estudiar las causas del fracaso y a reconocer

la necesidad de una mayor unión, de mayor energía, y comprenderán, por

último, que para vencer con seguridad y en forma definitiva es necesario

destruir al capitalismo. La causa de la revolución, la causa de la elevación

moral del trabajador y de su emancipación no puede sino beneficiarse por el

hecho de que los trabajadores se unan y luchen por sus intereses. Pero, una

vez más, ¿es posible que los trabajadores logren, en el estado actual de

cosas, mejorar realmente sus condiciones de vida?

Esto depende de la concurrencia de una infinidad de circunstancias. Pese a lo

que dicen algunos, no existe una ley natural (ley de los salarios) que determine

la parte que corresponde al trabajador sobre el producto del trabajo; o si se

quiere formular una, sólo podría ser la siguiente: el salario no puede bajar

normalmente del monto necesario para la vida, ni puede subir normalmente

hasta el punto de que no deje ninguna ganancia al patrón. Está claro que en el

primer caso los obreros morirían y por lo tanto no cobrarían ya salario, y en el

segundo los patrones no tendrían interés en hacer trabajar y por lo tanto no

pagarían más salarios. Pero entre estos dos extremos imposibles existe una

infinita variedad de gradaciones, que van desde las condiciones miserables de

muchos trabajadores agrícolas hasta la situación casi decente de los obreros

de los buenos oficios en las grandes ciudades.

El salario, la longitud de la jornada y todas las otras condiciones de trabajo son

resultado de la lucha entre patrones y obreros. Aquéllos tratan de dar a los

trabajadores lo menos que pueden y de hacerlos trabajar hasta el agotamiento

completo, mientras éstos buscan, o deberían buscar, la manera de trabajar lo

menos y de ganar lo más posible. Cuando los trabajadores se contentan con

todo o, aun estando descontentos, no saben oponer una resistencia válida a

los patrones, quedan rápidamente reducidos a condiciones animales de vida;

en cambio, cuando tienen un concepto un poco elevado del modo en que

deberían vivir los seres humanos, y saben unirse y, mediante el rechazo del

trabajo y la amenaza latente o explícita de rebelión, imponer respeto a los

patrones, se los trata de una manera relativamente soportable. De modo que

puede decirse que el salario, dentro de ciertos límites, es el que el operario –

no como individuo, se entiende, sino como clase – pretende.

Luchando entonces, resistiendo contra los patrones, los trabajadores pueden

impedir hasta un cierto punto que sus condiciones empeoren, e incluso

obtener mejoramientos reales. Y la historia del movimiento obrero ya ha

demostrado esta verdad.

Es necesario, sin embargo, no exagerar el alcance de esta lucha librada entre

obreros y patrones en el terreno exclusivamente económico. Los patrones

pueden ceder, y a menudo lo hacen ante exigencias obreras enérgicamente

expresadas, mientras no se trate de pretensiones demasiado grandes, pero si

los obreros comenzaran –y es urgente que comiencen – a pretender un salario

que absorbiera toda la ganancia de los patrones y llegara, de esta manera, a

constituir una expropiación indirecta, es seguro que los patrones apelarían al

gobierno y tratarían de cohibir con la violencia a los obreros para mantenerlos

en su posición de esclavos asalariados.

Y aun antes, mucho antes de que los obreros puedan pretender que se les dé

en compensación de su trabajo el equivalente de todo lo que han producido, la

lucha económica se vuelve impotente para seguir produciendo el

mejoramiento de las condiciones de los trabajadores.

Los obreros lo producen todo y sin ellos no se puede vivir; por lo tanto,

parecería que si se rehúsan a trabajar pudieran imponer todo lo que quieren.

Pero la unión de todos los trabajadores, incluso de un solo oficio, y hasta de

un solo país, es difícil de obtener, y a la unión de los obreros se opone la de

los patrones. Los obreros viven al día y si no trabajan pronto les falta el pan,

mientras los patrones disponen, mediante el dinero, de todos los productos ya

acumulados, y por lo tanto pueden esperar tranquilamente que el hambre

reduzca a la sensatez a sus asalariados. La invención o la introducción de

nuevas máquinas hace inútil el trabajo de un gran número de obreros y

aumenta el gran ejército de los desocupados, a los que el hambre obliga a

venderse a cualquier precio. La inmigración aporta en seguida a los países

donde los obreros logran un nivel mejor, multitudes de trabajadores famélicos

que, quiéranlo o no, ofrecen a los patrones el modo de rebajar los salarios. Y

todos estos hechos, derivados necesariamente del sistema capitalista, llegan a

contrapesar el progreso de la conciencia y de la solidaridad obrera: a menudo

marchan más rápidamente que este progreso, lo detienen y lo destruyen. Y en

todos los casos subsiste siempre el hecho primordial de que la producción, en

el sistema capitalista, está organizada por cada capitalista para su beneficio

individual y no para satisfacer, como sería natural, de la mejor manera posible

las necesidades de los trabajadores.

De aquí el desorden, el desperdicio de fuerzas humanas, la escasez

deliberada de los productos, los trabajos inútiles y dañinos, la desocupación,

las tierras sin cultivar, el poco uso de las máquinas, etcétera, males todos

éstos que no se pueden evitar sino quitando a los capitalistas la posesión de

los medios de trabajo y, por lo tanto, la dirección de la producción. Se presenta

entonces rápidamente a los obreros que tratan de emanciparse, o incluso sólo

de mejorar seriamente sus condiciones, la necesidad de defenderse contra el

gobierno, de atacarlo, pues éste constituye, al legitimar el derecho de

propiedad y sostenerlo con la fuerza brutal, una barrera que se opone al

progreso y que hay que abatir si no se desea permanecer indefinidamente en

el estado actual o incluso empeorarlo.

De la lucha económica es necesario pasar a la lucha política, es decir, a la

lucha contra el gobierno, y en vez de oponer a los millones de los capitalistas

los escasos centavos acumulados con gran esfuerzo por los obreros, hay que

oponer a los fusiles y a los cañones que defienden la propiedad, los medios

mejores que el pueblo pueda encontrar para vencer a la fuerza con la fuerza.

d) La lucha política

Por lucha política entendemos la lucha contra el gobierno y el conjunto de los

individuos que detentan la potestad, cualquiera sea el modo en que la hayan

adquirido, de dictar las leyes e imponerlas a los gobernados, es decir, al

pueblo. Consecuencia del espíritu de dominio y de la violencia con que

algunos hombres se impusieron sobre los demás, el gobierno es al mismo

tiempo creador y criatura del privilegio y su defensor natural. Se dice

erróneamente que el gobierno cumple hoy la función de defensor del

capitalismo, pero que una vez abolido el capitalismo se volvería representante

y administrador de los intereses generales.

Ante todo el capitalismo no se podrá destruir sino cuando los trabajadores, una

vez expulsado el gobierno, tomen posesión de la riqueza social y organicen la

producción y el consumo en interés de todos, por sí mismos, sin esperar la

acción de un gobierno que aunque lo quisiera no podría ser capaz de hacerlo.

Pero hay algo más: si se destruyera al capitalismo y se dejase subsistir alguna

forma de gobierno, éste lo crearía de nuevo mediante la concesión de toda

clase de privilegios, puesto que al no poder contentar a todos tendría

necesidad de una clase económicamente poderosa que lo apoyara a cambio

de la protección legal y material que recibiría de él. Por consiguiente, no se

puede abolir el privilegio y establecer sólida y definitivamente la libertad y la

igualdad social sino aboliendo al gobierno, no a este o a aquel gobierno, sino a

la institución misma del gobierno.

Sin embargo, en esto, como en todos los hechos de interés general, más que

en cualquier otro caso, es necesario el consenso de la generalidad, y por ello

debemos esforzarnos en persuadir a la gente de que el gobierno es inútil y

dañino y que se puede vivir mejor sin él.

Pero como ya hemos repetido, la propaganda por sí sola es impotente para

convencer a todo el mundo, y si quisiéramos limitarnos sólo a predicar contra

el gobierno, esperando sin valernos de ningún otro medio el día en que el

público se convenciera de la posibilidad y utilidad de abolir completamente

toda clase de gobierno, ese día no llegaría nunca. Siempre predicando contra

toda clase de gobierno, siempre reclamando la libertad integral, debemos

favorecer todas las luchas por las libertades parciales, convencidos de que en

la lucha se aprende a luchar, y que comenzando a gustar de un poco de

libertad se termina queriéndola toda. Debemos estar siempre con el pueblo, y

aunque no logremos hacerle pretender mucho, tratar de que por lo menos

comience a pretender algo, y debemos esforzarnos para que aprenda, sea

poco o mucho lo que quiera, a quererlo conquistar por sí mismo, y sienta odio

y desprecio contra quienes están en el gobierno o quieren llegar a ocuparlo.

Puesto que el gobierno tiene hoy el poder de regular, mediante las leyes, la

vida social y ampliar o restringir la libertad de los ciudadanos, como nosotros

no podemos arrancarle aún este poder debemos tratar de disminuírselo y de

obligarlo a que lo utilice de la forma menos dañina posible.

Pero esto debemos hacerlo estando siempre fuera del gobierno y contra él,

presionándolo mediante la agitación en las calles, amenazando con tomar por

la fuerza lo que se reclama. Nunca debemos aceptar ninguna clase de función

legislativa, sea general o local, porque si lo hiciéramos disminuiríamos la

eficacia de nuestra acción y traicionaríamos el porvenir de nuestra causa. La

lucha contra el gobierno se resuelve, en último análisis, en lucha física,

material. El gobierno hace las leyes. Por lo tanto, debe contar con una fuerza

material (ejército y policía) para imponerlas, porque de otra manera, sólo las

obedecerían quienes quisieran y las leyes ya no lo serían, sino que

constituirían una simple propuesta que cada uno estaría en libertad de aceptar

o rechazar. Y los gobiernos tienen esta fuerza y se sirven de ella para poder

fortalecer con leyes su dominio y servir a los intereses de las clases

privilegiadas oprimiendo y explotando a los trabajadores.

El límite de la opresión del gobierno es la fuerza que el pueblo se muestre

capaz de oponerle. Puede haber conflicto abierto o latente, pero conflicto hay

siempre, pues el gobierno no se detiene ante el descontento y la resistencia

popular sino cuando siente el peligro de la insurrección.

Cuando el pueblo se somete dócilmente a la ley, o la protesta es débil y

platónica, el gobierno atiende a su propio beneficio sin preocuparse de las

necesidades populares; cuando la protesta se vuelve enérgica, insistente,

amenazadora, el gobierno cede o reprime, según sea más o menos iluminado.

Pero siempre se llega a la insurrección, porque si el gobierno no cede, el

pueblo termina rebelándose, y si el gobierno cede, el pueblo adquiere fe en sí

mismo y pretende cada vez más, hasta que resulta evidente la

incompatibilidad entre la libertad y la autoridad y estalla el conflicto violento.

Es necesario entonces prepararse moral y materialmente para que al estallar

la lucha violenta la victoria quede en manos del pueblo. La insurrección

victoriosa es el hecho más efi caz para la emancipación popular, puesto que el

pueblo, una vez sacudido el yugo, queda en libertad de darse las instituciones

que considere mejores, y la distancia que existe entre la ley, siempre

retrasada, y el grado de civilización a que ha llegado la masa de la población,

se recorre de un salto. La insurrección determina la revolución, es decir, la

rápida manifestación de las fuerzas latentes acumuladas durante la evolución

anterior.

Todo consiste en qué es capaz de querer el pueblo. En las insurrecciones

pasadas el pueblo, inconsciente de las razones verdaderas de sus males, ha

querido siempre muy poco y muy poco ha conseguido.

¿Qué querrá en la próxima insurrección?

Esto depende, en parte, de nuestra propaganda y de la energía que sepamos

desplegar. Deberemos impulsar al pueblo a expropiar a los propietarios y

comunizar la propiedad, y a organizar la vida social por sí mismo, mediante

asociaciones libremente constituidas, sin esperar las órdenes de nadie y

rehusándose a nombrar o a reconocer cualquier clase de gobierno, cualquier

cuerpo constituido, que bajo un nombre cualquiera (constituyente, dictadura,

etcétera) se atribuya, aunque sea a título provisorio, el derecho de dictar leyes

y de imponer a los demás por la fuerza su propia voluntad. Y si la masa del

pueblo no responde a nuestro llamado, deberemos –en nombre del derecho

que tenemos de ser libres aunque los demás quieran seguir siendo esclavos, y

mediante la eficacia del ejemplo – realizar por nuestra cuenta lo más posible

de nuestras ideas y no reconocer al nuevo gobierno y, mantener viva la

resistencia, y hacer que las localidades donde se acojan con simpatía nuestras

ideas se constituyan en comunidades anárquicas, rechacen toda injerencia

gubernativa, establezcan libres relaciones con las otras localidades que

pretendan vivir a su manera.

Deberemos, sobre todo, oponernos con todos los medios a la reconstitución

de la policía y del ejército, y aprovechar la ocasión propicia para impulsar a los

trabajadores de las localidades no anárquicas a aprovechar la falta de fuerza

represiva para imponer las mayores pretensiones que logremos inducirles a

plantear.

Y como quiera que marchen las cosas, seguir siempre luchando, sin un

instante de interrupción, contra los propietarios y contra los gobernantes,

teniendo siempre en vista la emancipación completa, económica, política y

moral, de toda la humanidad.

e) Conclusión

Deseamos entonces abolir radicalmente la dominación y la explotación del

hombre por el hombre; deseamos que los hombres, hermanados por una

solidaridad consciente y deseada, cooperen todos voluntariamente para el

bienestar de todos; deseamos que la sociedad esté constituida con el fin de

proporcionar a todos los seres humanos los medios para alcanzar el máximo

bienestar posible, el máximo desarrollo moral y material posible; deseamos

para todos pan, libertad, amor, ciencia. Y para llegar a este fin supremo

creemos necesario que los medios de producción estén a disposición de

todos, y que ningún hombre o grupo de hombres pueda obligar a los demás a

someterse a su voluntad ni ejercitar su influencia sino con la fuerza de la razón

y del ejemplo. Por lo tanto, expropiación de los detentadores del suelo y del

capital en beneficio de todos, y abolición del gobierno.

Y en espera de que esto pueda hacerse: propaganda del ideal; organización

de las fuerzas populares; lucha continua, pacífica o violenta según las

circunstancias, contra el gobierno y contra los propietarios, para conquistar lo

más que se pueda de libertad y de bienestar para todos.

 

Errico Malatesta.

Extraido de http://voznegra.entodaspartes.net/

Para descargar en Pdf: http://voznegra.entodaspartes.net/files/2008/12/programa-anarquista.pdf

LOS ANARQUISTAS HAN OLVIDADO SUS PRINCIPIOS

Por Errico Malatesta (FREEDOM, noviembre de 1914)

Bajo el riesgo de pasar por simplón, confieso que nunca habría creído posible que los socialistas—incluso los socialdemocratas—vayan a apaudir y hacerse participes voluntarios, ya sea del lado de los alemanos o de los aliados, en una guerra como la que en la actualidad está devastando Europa. ¿Pero qué se puede decir cuando lo mismo es hecho por anarquistas, no en gran cantidad, es verdad, pero entre ellos muchos camaradas a quién ame y respete?

Se dice que la situación presente muestra la bancarrota de “nuestras formulas”—es decir,de nuestro principios—y que será necesario revisarles.

Hablando en términos generales, cada  fórmula debe ser revisada siempre que ella se muestra insuficiente al ponerse en contacto con el hecho; pero no es el caso de estos días, cuando la bancarrota no es derivada de la deficiencia de nuestras fórmulas, sino del hecho de que éstas han sido olvidadas y son traicionadas.

Retornemos a nuestros principios.

No soy un “pacifista”. Yo lucho, como todos lo hacemos, por el triunfo de la paz y de la fraternidad entre todos los seres humanos; pero sé que el deseo de detener la batalla puede ser cumplido sólo cuando ambos lados lo quieran, y que mientras se encuentren hombres que quieran violar las libertades de los demas, corresponde a estos otros defenderse si no desean ser eternamente golpeados; y sé también que atacar es a menudo el mejor, o el unico, medio efectivo de defenderse. Además, pienso que el oprimido está en un estado de defensa propia legítima, y tiene siempre el derecho de atacar los opresores. Yo admito, por lo tanto, que existen guerras que son necesarias, las guerras santas: y éstas son las guerras de liberación -tal como es generalmente la “guerra civil”-es decir, las revoluciones.

Pero, ¿qué tiene la actual guerra en común con la emancipación humana, que es nuestra causa?

Hoy en dia es comun ver a los socialistas en la cuspide, al igual que cualquier burgués, de Francia o Alemania, y que algun político u aglomeración nacional—resultado de las luchas historicas—como una unidad etnográfica homógena, cada uno con sus intereses, aspiraciones, y misiones, en oposición a los intereses, aspiraciones y  misiónes de las unidades rivales. Esto puede ser relativamente cierto, mientras el oprimido, y principalmente los trabajadores, no tengan ninguna conciencia, no logren reconocer la injusticia de sus opresores. Allí está, entonces, la clase dominante que es la unica que cuenta; y que, debido a su deseo de conservar y ampliar su poder, y en víspera de sus perjuicios y sus propias ideas, puede encontrar conveniente excitar las ambiciones raciales y el odio, y enviar a su nación, su rebaño, contra los “extranjeros” , con el propósito de soltarles de sus opresores presentes, y sometiendoles a su propia dominación económica y política.

Pero la misión de aquellos que, nosotros creemos, desean el fin de toda opresión y de toda explotación del hombre por el hombre, deberia ser la de despertar el conocimiento del antagonismo de intereses entre dominadores y dominados, entre explotadores y trabajadores, y desarrollar la lucha de clases adentro de cada país, y la solidaridad entre todos los trabajadores a través de las fronteras, en contraste con cada perjuicio y cada pasión que tenga que ver con la raza o la nacionalidad.

Y esto es lo que siempre hemos hecho. Siempre hemos predicado que los trabajadores de todos los paises sean hermanos, y que el enemigo—el “extranjero”—es el explotador, ya sea nacido cerca nuestro o en  algun otro pais lejano, ya sea que hable nuestro mismo idioma o cualquier otro. Siempre hemos escogido nuestros amigos, nuestros compañeros de armas, así como nuestros enemigos, debido a las ideas que profesan y de la posición que ocupan en la lucha social, y nunca por razones de raza o nacionalidad. Nosotros siempre hemos luchado contra el patriotismo, que es una supervivencia del pasado, y sirve a los interéses de los opresores; y  nos enorgullezemos de ser internacionalistas, no solo de palabra, sino por los sentimientos profundos de nuestras almas.

Y ahora las más atroces consecuencias de la dominacion capitalista y de estado deben indicar, aún a los ciegos, que nosotros tuvimos razón, la mayor parte de los socialistas y muchos anarquistas en los paises beligerantes se asocian con los gobiernos y la burguesía de sus respectivos paises, olvidando el socialismo, la lucha de clases, la fraternidad internacional, y el resto.

Vaya ruina!

Es posible que los acontecimientos presentes pueden estar mostrando que los sentimientos nacionales estan más vivos, mientras que los sentimientos del hermanazgo internacional estan menos arraigados de lo que pensabamos; pero esta deberia ser una razon mas para intensificar, no abandonar, nuestra propaganda antipatriótica. Estos acontecimientos también muestran que en Francia, por ejemplo, el sentimiento religioso es más fuerte, y los sacerdotes tienen una mayor influencia de la que imaginamos. ¿Esta es una razón para nuestra conversión a la religión catolica?

Entiendo  que existen circunstancias que pueden levantarse a causa de que la ayuda de todos es necesaria para el bienestar general: tales como una epidemia, un terremoto, una invasión de los bárbaros, que maten y destruyan todo lo que este bajo sus manos. En tal caso la lucha de clases y las diferencias en la posición social deben ser olvidadas, y se debe hacer causa común contra el peligro común; pero a condición de que estas diferencias se olviden de ambas partes. Si alguna persona está en la prisión durante un terremoto, y existe el peligro de ser aplastado por la muerte, es nuestro deber el salvar a todos, incluso a los carceleros—a causa de que estos comenzaran por abrir las puertas de la prision. Pero siendo el deber de  los carceleros tomar todas las precauciones para la custodia segura de los presos durante y después de la catástrofe, es entonces el deber de los presos hacia si mismo tanto como hacia sus camaradas en cautiverio el dejar a los carceleros a sus contratiempos encontrando la ocasion para beneficiarse a si mismo.

Si, cuando los soldados extranjeros invaden el suelo sagrado de la patria, la clase privilegiada renuncia a sus privilegios, y actúa de modo que la “Patria” realmente se convierta en propiedad común de todos los habitantes, seria justo entonces que todos luchemos contra los invasores. Pero si los reyes deseen seguir siendo reyes, los propietarios continuan cuidando de sus tierras y de sus casas, y los comerciantes desean hacerse cargo de sus mercancías, e incuso los venden a un precio más alto, entonces los trabajadores, los socialistas y anarquistas, deban dejarlos a su suerte, sin dejar de buscar una oportunidad para librarse de los opresores dentro del país, así como de aquellos que vienen del exterior.

En todas las circunstancias, es el deber de los socialistas, y especialmente de los anarquistas, el hacer todo lo posible para debilitar a el estado y a la clase capitalista, y el  tomar como la única guía para su conducta los intereses del socialismo; o bien, si son materialmente impotentes para actuar eficazmente para su causa propia, al menos deben intentar rehusar cualquiera ayuda voluntaria a la causa del enemigo, y hacerse a un lado para salvar al menos sus principios—lo que significa salvar el futuro.

* * *

Todo lo que acabo de decir cuenta unicamente como teoría, y tal vez es aceptado, como tal, por la mayor parte quienes, en la práctica, hacen lo contrario. ¿Cómo, entonces, podria ser aplicado en la situación actual? ¿Qué debemos hacer, que debemos desear, en los intereses de nuestra causa?

Se dice, en este lado del Rin, que la victoria de los aliados sería el fin del militarismo, el triunfo de la civilización, la justicia internacional, etc. Lo mismo se dice del otro lado de la frontera sobre una posible victoria alemana.

Personalmente, juzgando en su justo valor al “perro demente” de Berlin y al “viejo verdugo” de Viena, no tengo mayor confianza en el sangriento zar, ni en los diplomáticos ingleses que oprimen a la India, que traicionaron Persia, que aplasto a las repúblicas de los bóers; ni en la burguesía francésa, que asesino a los nativos de Marruecos; ni en Bélgica, que ha permitido las atrocidades del Congo y se ha beneficiado en gran medida con ellas- y yo solo recuerdo algunas de sus fechorías, tomadas al azar, por no mencionar lo que todos los gobiernos y toda clase capitalista hacen contra los trabajadores y los rebeldes en sus propios paises.

En mi opinión, la victoria de Alemania desde luego significaría el triunfo de militarismo y de la reacción; pero el triunfo de los aliados significaría la dominacion  Ruso- inglésa (es decir, knouto[1]-capitalista) de Europa y  Asia, el reclutamiento y el desarrollo del espíritu militarista en Inglaterra, y una reacción clerical y tal vez monárquica en Francia.

Además, en mi opinión, es más probable que no exista victoria alguna definida en uno u otro lado. Después de una larga guerra, una pérdida enorme de vidas y de riqueza, ambos lados quedaran agotados y cierta paz será arreglada, dejando abiertas todas las cuestiones, preparando asi una nueva guerra más asesina que la del presente.

La única esperanza es la revolución; y como pienso que es la derrota de Alemania la que  muy probablemente hara, por causa del estado presente de cosas, que la revolución estalle, es por esta razon—y solo por ella—que deseo la derrota de Alemania.

Se me permitira, por supuesto, el estar equivocado al apreciar la situación verdadera. Pero lo que parece ser elemental y fundamental para todos los socialistas (anarquistas, u otros) es que es necesario mantenerse fuera de cualquier  tipo de compromiso con los gobiernos y las clases gobernantes, para ser capazes de beneficiarse con cada oportunidad que puede surgir, y, en todo caso, para ser capazes de reiniciar y continuar nuestras preparaciones y propaganda revolucionarias.

E. MALATESTA

 


[1] Un knout es un gran flagelo con  múltiples látigos, normalmente hecho de un racimo de correas de cuero anexas a un mango largo, a veces con ganchos de alambre o de metal incorporados.

Algunos afirman que fue una invención tartara y se introdujo en Rusia en el Siglo XV, quizá por Gran Duque Ivan III el excelente (1462-1505)

Más reflexiones sobre la cuestión de la delincuencia

 

Malatesta responde a Venturini

(Umanità Nova, n. 134, Septiembre 16, 1921)

Bologna, Septiembre 8, 1921

Querido Malatesta:

He leído con gran interés sus dos artículos, recientemente aparecidos en «N.U», sobre el importante problema que siempre vale la pena debatir: la delincuencia.

No cabe duda que sus argumentos en apoyo de la solucion que nosotros los anarquistas damos a la cuestión son indiscutiblemente claros y efectivos. Sin embargo, permítaseme insistir en algunas de sus ideas, que resuelven algunos aspectos del problema, pero lo hacen de una manera demasiado general y abstracto o demasiado particular.

 

Por ejemplo, usted dice: «Para nosotros el cumplimiento de los derechos sociales debe ser voluntaria, y uno tiene derecho a tomar medidas coercitivas solo contra quienes ofenden a otros voluntarios y se convierten en un obstáculo para la coexistencia social pacífica. La fuerza y la coacción física sólo pueden ser usadas contra un empuje materialmente violento, por pura necesidad de defensa «.

 

Yendo por la segunda parte de su razonamiento, casi pareceria que sólo » un empuje materialmente violento » constituye una violación del principio de justicia que será fundamental en la futura sociedad.

 

¿Por qué la fuerza y la coacción física, aunque limitadas, e inspiradas por la idea de una gran necesidad de defensa, no deben ser utilizadas también en aquellos casos (por desgracia, estos seran los aspectos de la moral criminal en el nuevo entorno social), en la que un grave daño puede ser causado a un prójimo, sin el ejercicio de un acto “materialmente violento”?

 

¿No es el acto de ejercer la violencia material sobre una persona, privar a él de alguna pertenencia, equivalente con el tener exito en el mismo robo sin usar violencia alguna?

 

Por otra parte, ¿cuál es la diferencia entre, por ejemplo, alguien que mata violentamente a un projimo y alguien que le conduce a morir mediante la persuasión criminal y disimulada?

 

El anterior es sólo un ejemplo, esto no quiere decir que existan cientos de casos que podrian ser mencionados en que el delito, el daño a la vida de alguien más, pueda suceder sin ejercicio material de la violencia.

 

Por otro lado, hay una violencia buena y una violencia mala. Por lo tanto, la injusticia no reside tanto en el acto exterior que se lleva a cabo, como en el hecho de que alguien tiene que sufrir  por alguien más malo que el.

 

Sobre este asunto dice usted: » Nosotros no vemos ninguna otra solución que dejar las decisiones en manos de los interesados, en las manos del pueblo, es decir, la masa de los ciudadanos, que actúaran de manera diferente según las circunstancias y sus variables grados de civilización »

 

Sin embargo, decir «las personas» generaliza demasiado la cuestion, de ahi que, por lo tanto, la pregunta sigue sin resolverse.

 

Este tipo de razonamiento parece repetir el error de Kropotkin, según el cual se supone que la gente debe hacerlo todo, y para él cual el pueblo es sólo una multitud genérica.

 

Saverio Merlino criticó muy bien este y otros errores en la idea de Kropotkin de anarquismo; y, discutiendo con usted, él ofrece la solución siguiente a el problema tan relevante de la defensa social en su libro » la Utopía Colectivista «: » «Entre el sistema actual y el supuesto de que la delincuencia debe cesar, creo que hay lugar para formas intermedias de defensa social que difieren de la función del gobierno. Tal defensa social sería ejercida bajo los ojos de la gente y el control en cada lugar, como cualquier otro servicio público, como la salud, el transporte, etc. y por lo tanto no podría degenerar en un instrumento de opresión y dominación «.

 

¿Por qué deberíamos nosotros anarquistas no alcanzar este concepto? Queremos suprimir la maquinaria presente de justicia supuesta, con todos sus aspectos dolorosos e inhumanos, pero no queremos sustituirlo por la libertad individual o por el juicio sumario de la muchedumbre. El sentido de justicia en los hombres tiene que ser mejorado, y las formas de expresión y defensa tienen que ser resueltas.

 

He planteado estas modestas objeciones sobre todo para ofrecerle la oportunidad de volver a un tema tan importante que necesita ser discutido.

 

Considere siempre mis cariños.

Aldo Venturini.

 

La crítica de nuestro amigo Venturini tiene toda la razón: sin embargo, le indico a él que sólo expresé algunas ideas sobre la compelja cuestion del crimen sin la intención de ofrecer una solución válida para todos los casos posibles.

 

Creo que todos los que se pueda decir y hacer para luchar contra la delincuencia sólo puede tener un valor relativo, dependiendo de la época, los lugares y, sobre todo, el grado de desarrollo moral del ambiente cuando los hechos tengan lugar. El problema de la delincuencia sólo encontrara una solucion final y completa cuando… el delito ya no exista.

Yo se que usualmente nosotros nos culpamos mutuamente por la vaguedad e incertidumbre de nuestras propuestas para resolver el más doloroso problema social. Y sé que los anarquistas, unánimemente en la crítica destructiva de la moral actual y las instituciones, se reparten en las más diversas escuelas y tendencias, tan pronto como se viene a tratar el problema de la reconstrucción y la vida práctica en la sociedad futura.

Sin embargo, esto, personalmente, no me parece un mal; al contrario, me parece el principal mérito que caracteriza al anarquismo, que no piensa fijando las avenidas del futuro de antemano, sino más bien intenta garantizar simplemente las condiciones de la libertad necesarias para la evolución social para asegurar finalmente el bienestar máximo y el desarrollo material máximo, espiritual e intelectual para todo.

Los autoritarios, las reglas, creen tener una fórmula infalible, o pretenden tenerla, y tienen  la intencion de establecer e imponer la ley. Sin embargo, toda la historia muestra que el uso sólo de la ley es defender, fortalecer y perpetuar los intereses y los perjuicios prevalecen al tiempo que la ley es creada, así forzando a la humanidad a moverse de revolución en revolución, de violencia en violencia.

Al contrario, nosotros no nos jactamos creyendo que poseemos la verdad absoluta; nosotros creemos que la verdad social no es una cantidad fija, el bien para siempre, universalmente aplicable, o determinable por adelantado, pero que en su lugar, una vez la libertad ha sido asegurada, la humanidad avanza hallando y creando gradualmente con el menor numero de revueltas y con un mínimo de fricción. Así nuestras soluciones siempre dejan la puerta abierta para diferentes y, uno espera, mejores soluciones.

Es verdadero que en la realidad uno tiene que tomar una acción específica, y no puede vivir sin hacer nada en particular, siempre esperando algo mejor. Sin embargo, hoy podemos ir tras de un unico ideal, aún sabiendo que los ideales no son los únicos factores de la historia. En vida, además de la fuerza de dibujar ideales, existen las condiciones, hábitos, contrastes materiales del interés y, en una palabra, los innumerables artículos de primera necesidad a los que uno tiene que someterse, en la conducta diaria. En la práctica, uno hace lo que uno puede: en todo caso, los anarquistas deben pegarse a la misión de ejercer presión hacia su ideal, e impedir, o esforzarse para impedir, que los defectos inevitables y las injusticias posibles sean sancionados por la ley y perpetúados por las fuerzas del estado, es decir la fuerza de todos situado a las órdenes de algunos.

De cualquier modo, dejenos regresar al tema del crimen.

Como Venturini correctamente señala, existen peores vías de ofender a la justicia y la libertad que los cometidos mediante la violencia material, contra los cuales el recurso de la coaccion física se puede tornar necesario y urgente. Por lo tanto estoy de acuerdo en que el principio que he planteado, es decir, que uno tiene derecho a recurrir a la fuerza material sólo contra aquellos que quieran violar el derecho de alguna otra persona por la fuerza material, no cubre todos los casos posibles y no se pueda fijar como absoluto. Tal vez vendríamos a cerrar una fórmula más comprensiva afirmando el derecho a la defensa propia forzada contra la violencia física así como contra el equivalente en forma y consecuencias a la violencia física.

Estamos entrando en un analisis caso por caso que, sin embargo,  requiere un estudio de diferentes sucesos, que a su vez llevaria a mil soluciones diferentes, sin tocar el punto principall, es decirc ¿quién juzgara y quien llevara a cabo los juicios?

Yo ha reclamado la necesidad de dejar las decisiones en las manos de los interesados, en las manos de las personas, es decir la masa de los ciudadanos, etc.

Venturini señala que ‘las personas» es una expresión demasiado genérica, y yo estoy de acuerdo con el. Estoy lejos de ser el admirador de “el pueblo” como Kropotkine hizo. Aunque, por otra parte, él fijó a la multitud con el nombre de ‘pueblo» sólo cuando se comportaron de la manera que a el le gusto. Sé que las personas son capaces de algo: feroz hoy, generoso mañana, socialista un día, fascista otro día, en un momento alzandose contra los sacerdotes y la inquisición, en otra ocasión velando la estaca de Giordano Bruno predicando y aplaudiendo, en un momento listo para cada sacrificio y heroísmo, en algún otro momento sujeto a la peor influencia del miedo y la codicia. ¿Qué se puede hacer sobre esto? Uno tiene que trabajar con el material disponible, y tratar de crear una ventaja con ello.

Como Venturini, yo no desee la libertad individual o el juicio sumario de la multitud; sin embargo, yo no pude aceptar la solución propuesta por Merlino, que quiere organizar la defensa social contra criminales como cualquier otro servicio público, como la salud, el transporte, etc., porque yo temo la formación de un cuerpo de personas armadas, que adquieran todos los defectos y todos los peligros presentes de un cuerpo de policía.

En aras de un servicio, es decir de el público, es útil que los ferroviarios, por ejemplo, se especializen en su trabajo, los médicos y maestros se dediquen totalmente a su arte; sin embargo, es peligroso y corruptor, aunque técnicamente ventajoso tal vez, permitir a alguien ser una policía o un juez por profesión.

Todos debería cuidar de la defensa social, del mismo modo en que todos ayudan rápidamente cuando las calamidades públicas ocurren.

Para mi un policía es peor que un criminal, al menos que un criminal común menor; un policía es más peligroso y dañino a la sociedad. Sin embargo, si las personas no se sienten suficientemente protegidas por el público, indudablemente requeriran inmediatamente la policía. Por lo tanto, la única vía de impedir la existencia de la policía es hacerla inútil reemplazandole en esas funciones que constituyen una protección real para el público.

Concluyo con las palabras de Venturini: “El sentido de la justicia de los hombres necesita ser mejorado, y las formas de expresar y defender que ellos poseen necesitan ser trabajadas”.

En mi juicio: ¿Lucha de clases u Odio de Clase?

 

Errico Malatesta

(Umanità Nova, n. 137, Septiembre 20, 1921)

He expresado al jurado en Milán algunas ideas acerca de la lucha de clases y el proletariado que planteó la crítica y el asombro. Mejor volver a esas ideas.

 

Protesté con indignacion contra la acusación de incitación al odio; expliqué que en mi propaganda yo siempre procuraba demostrar que los males sociales no dependen de la maldad de un amo o el otro, un gobernador u otro, sino más bien en los amos y los gobiernos como las instituciones, por lo tanto, la solución no radica en el cambio de los distintos gobernantes, sino que es necesario demoler el principio mismo por el que dominan los hombres sobre los hombres; también expliqué que yo siempre acentue que los proletarios no son individualmente mejor que un burgués, como lo demuestra el hecho de que un trabajador suele comportarse como un simple burgués, y peor aún, cuando se pone, por medio de algun tipo de accidente, en una posición de riqueza y mando.

 

Tales declaraciones fueron distorsionadas, falsificadas, puestos bajo un aspecto desfavorable por la prensa burguesa, y la razón es clara. El deber de la prensa pagada para defender los intereses de la policía y los tiburones, es ocultar la verdadera naturaleza del anarquismo de la opinión pública, y tratar de acreditar el relato acerca de los anarquistas como seres llenos de odio y destructores; la prensa hace esto por deber, pero tenemos que reconocer que ellos a menudo lo hacen de buena fe, de pura y simple ignorancia. El  periodismo, que una vez estuvo capacitado, se descompuso en el mero trabajo y el negocio, los periodistas han perdido no sólo su sentido ético, sino también la honestidad intelectual de abstenerse de hablar de lo que no saben.

 

Olvidémonos a escritorzuelos, entonces, y vamos a hablar de aquellos que difieren de nosotros en sus ideas y, a menudo, sólo en su forma de expresar ideas, pero siguen siendo nuestros amigos, porque sinceramente ellos apuntan al mismo objetivo que nosotros.

 

El asombro es completamente inmotivado en esta gente, tanto es así que yo tiendo a pensar que se ve afectado. Ellos no pueden ignorar que he venido diciendo y escribiendo esas cosas durante cincuenta años, y que las mismas cosas se han dicho por cientos y miles de anarquistas, al mismo tiempo y antes que yo.

 

Déjenos más bien hablar del desacuerdo.

 

Están los «trabajadores-mentales», que considera tener manos callosas como si estuivieran divinamente imbuidos con todos los méritos y todas las virtudes; protestan si usted se atreve a hablar de la gente y de la humanidad, no pudiendo jurar en el nombre sagrado del proletariado.

 

Ahora, es una verdad que la historia ha hecho de el proletariado el principal instrumento del proximo cambio social, y que los que luchan por el establecimiento de una sociedad en la que todos los seres humanos sean libres y esten dotados de todos los medios para ejercer su libertad, deben confiar principalmente en el proletariado.

 

Hoy como el acaparamiento de los recursos naturales y del capital creado por el trabajo de generaciones pasadas y presentes es la principal causa de la sujeción de las masas y de todos los males sociales, es natural que aquellos que no tienen nada y, por tanto, de forma más directa y claramente estan interesados en compartir los medios de producción, sean los principales agentes de la necesaria expropiación. Por eso dirigimos nuestra propaganda más en particular a los proletarios, cuyas condiciones de vida, por otro lado, hacen a menudo imposible para ellos el ponerse de pie y concebir un ideal superior. Sin embargo, esto no es motivo para convertir a los pobres en un fetiche simplemente porque es pobre, ni es una razón para alentarlo a creer que es intrínsecamente superior, ninguna condición que seguramente no procede de su mérito o su voluntad, le da el derecho a hacer mal a los demás porque los otros le hicieron el mal a él. La cruel tiranía de las manos insensibles (que en la práctica sigue siendo la tiranía de algunos que ya no tienen las manos insensibles, incluso si alguna vez las tuvieron), no sería menos dura y malvada, y no llevaría males menos durables que la tiranía de los guantes. Tal vez sería menos ilustrada y más brutal: eso es todo.

 

La pobreza no sería la cosa horrible que es, si esta no produjera el embrutecimiento moral así como el daño material y la degradación física, cuando se prolonga de generación en generación. El pobre tienen defectos diferentes que aquellos producidos en las clases privilegiadas por la riqueza y el poder, pero no mejores.

 

Si la burguesía produce los gustos de Giolitti y Graziani y todo el tiempo la sucesión de los torturadores de la humanidad, desde los grandes conquistadores y entusiasta a los parasitos y pequeños patrones, esta también produce los gustos de Cafiero, Reclus y Kropotkin, y las muchas personas que, en cualquier época sacrificaron sus privilegios de clase a un ideal. Si el proletariado ha dado y da tantos héroes y mártires de la causa de la redención humana, también emite la guardias blancas, los mataderos, los traidores de sus propios hermanos, sin los cuales la tiranía burguesa no podría durar un solo día.

 

¿Cómo puede el odio ser levantado a un principio de justicia, a un espíritu culto de demanda, cuando es claro que el mal está por todas partes, y que depende de las causas que van más allá de la voluntad individual y la responsabilidad?

 

Que se haga la lucha de clases tanto como uno quiere, si por lucha de clases entendemos la lucha de los explotados contra los explotadores por la abolición de la explotación. Esa lucha es una forma de elevación moral y material, y es la principal fuerza revolucionaria en la que se pueda tener confianza.

 

Que no haya odio, sin embargo, porque el amor y la justicia no pueden surgir del odio. El odio trae la venganza, el deseo de estar sobre el enemigo, una necesidad de consolidar la superioridad. El odio sólo puede ser el fundamento de los nuevos gobiernos, si se gana, pero no puede ser la base de la anarquía.

 

Lamentablemente, es fácil entender el odio de tantos desgraciados cuyos cuerpos y sentimientos son atormentados y rentados por parte de la sociedad: sin embargo, tan pronto como el infierno en que viven es iluminado por un ideal, el odio desaparece y asume un ardiente deseo de lucha por el bien de todos.

 

Por esta razón verdaderamente no se pueden encontrar aborrecedores entre nuestros compañeros, aunque hay muchos oradores del odio. Son como el poeta, que es un padre bueno y pacífico, pero canta al odio, porque esto le da la oportunidad de componer versos buenos … o tal vez malos. Hablan de odio, pero su odio, está hecho de amor.

 

Por esta razón los amo, incluso cuando ellos me insultan.

La anarquia y el metodo del anarquismo

Ensayo algo extenso como para ponerlo integro..

Para descargar en word: http://www.divshare.com/download/9448343-c4c

Extraido y digitalizado de aca: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0018296.pdf

PIETRO KROPOTKIN—RICORDI E CRITICHE DI UN VECCHIO AMICO (Peter Kropotkin – Recuerdos y criticas a un viejo amigo)

Por E. Malatesta (Studi Sociali 15 de abril de 1931)

PETER KROPOTKIN es sin duda uno de los que mas ha contribuido- tal vez más incluso que Bakunin y Elisée Reclus- a la elaboración y propagacion de la idea anarquista. Y tiene por lo tanto bien merecido el reconocimiento y la admiración que todos los anarquistas sienten por el.
Pero en homenaje a la verdad y en el mayor interés de la causa, uno debe reconocer que su actividad no ha sido todo totalmente beneficiosa. No fue su culpa; al contrario, fue la misma eminencia de sus cualidades la que dió origen a los males que me estoy proponiendo discutir.

Naturalmente, Kropotkin al ser un mortal entre mortales no pudo evitar en forma continua el error  y abrazar la verdad absoluta. Uno debe sentirse por lo tanto beneficiado por su inestimable contribución y la continuación de la búsqueda que conduce a nuevos avances. Pero sus talentos literarios, la importancia y el volumen de su produccion, su actividad infatigable, el prestigio que llego a él como consecuencia de su reputación como un excelente científico, el hecho de que hubo de renunciar a una posición privilegiada para defender, a costa del sufrimiento y el peligro, la causa popular, y además la fascinación de su personalidad que determino la atención de aquellos que tuvieron la dicha de encontrase con el, le hicieron adquirir una notoriedad y una influencia tal que aparecio, y en gran medida realmente lo fue, como el maestro reconocido de la mayor parte de los anarquistas.

Como resultado de lo cual, la crítica se desanimó y el desarrollo de la idea anarquista fue detenido. Durante muchos años, a pesar del espíritu iconoclasta  y progresista de los anarquistas, la mayoría de ellos en lo que se refiere a la teoría y la propaganda, no hizo más que citar el estudio de Kropotkin. El expresarse de una manera diistinta a como él  lo hizo fue considerado por muchos compañeros, casi como una herejía.

Por lo tanto, sería oportuno someter la enseñanza de Kropotkin a un analisis cerrado y critico, a fin de separar lo siempre vivo y real de lo que penso en tiempos más recientes y que la experiencia ha demostrado erróneo. Una cuestión que no sólo afecta a Kropotkin, ya que los errores que uno puede culparle por haber cometido ya se profesaban por los anarquistas antes que Kropotkin adquiriera su lugar eminente en el movimiento: el los confirmó y luego los hizo sumandoles el peso de su talento y su prestigio; pero cada uno de los viejos militantes, o casi todos, tenemos nuestra parte de responsabilidad.

* * *

Al escribir ahora acerca de Kropotkin no tengo la intención de examinar sus enseñanzas. Sólo quiero grabar algunas impresiones y recuerdos, lo que puede en mi opinión, servir para dar a conocer mejor su estatura moral e intelectual, así como comprender más claramente sus cualidades y sus defectos.

Pero antes de nada voy a decir unas pocas palabras que vienen del corazón porque no puedo pensar en Kropotkin sin ser movido por el recuerdo de su inmensa bondad. Recuerdo lo que hizo en Ginebra en el invierno de 1879 para ayudar a un grupo de refugiados italianos en una situación desesperada, entre ellos yo mismo, me acuerdo de las pequeñas atenciones, que yo llamaría maternales, que me otorgó cuando una noche en Londres al ser víctima de un accidente fui a llamar a su puerta; recuerdo las innumerables acciones para todo tipo de gente, recuerdo el ambiente cordial con los que le rodeaban. Porque él era una persona muy buena, de esa bondad que es casi inconsciente y necesita volver a vivir todo el sufrimiento y estar rodeado de sonrisas y felicidad. Uno podria haber dicho sin siquiera conocerlo que el era una persona realmente buena; en cualquier caso, no le gustaba que alguien haga esto, y se ofendió cuando yo escribi en un artículo en ocasión de su cumpleaños numero 70  que su bondad era la primera de sus cualidades. Más bien se jactaba de su energía y su valentía, tal vez porque estas cualidades se habían establecido en y para la lucha, mientras que la bondad era la expresión espontánea de su naturaleza íntima.

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Tuve el honor y la buena fortuna de estar durante muchos años vinculado a Kropotkin por la más cordial amistad.

Nos amamos, porque nos sentimos inspirados por la misma pasión, por las mismas esperanzas … y también por las mismas ilusiones.

Ambos nos mostramos optimistas por el temperamento (creo sin embargo que el optimismo de Kropotkin supero por mucho el mio y, posiblemente, haya surgido de una fuente diferente) y veíamos las cosas con gafas teñidas de color rosa, ¡ay! Todo era demasiado prometedor- entonces se esperaba, y  más que hace cincuenta años, una revolución que se haria en el futuro inmediato y que introduciria  nuestra sociedad ideal. Durante estos largos años hubo períodos de dudas y desaliento. Recuerdo una vez que Kropotkin me decía: “Mi querido Errico, me temo que  estamos solos, tú y yo, en la creencia de una revolución que yace cerca de nuestras manos «. Pero fueron pasando los estados de ánimo, y muy pronto volvió la confianza; entonces explicamos las dificultades existentes y el escepticismo de los compañeros y seguimos trabajando y esperando.

Sin embargo, no hay que pensar que en todas las cuestiones hemos compartido las mismas opiniones. Por el contrario, en muchos  estábamos muy lejos de estar de acuerdo, y casi cada vez que nos encontrabamos hemos tenido debates ruidosos y acalorados, pero como Kropotkin siempre estaba seguro de que la razón estaba de su lado, y no podía sufrir con calma estar en contradicción  y, por otro lado, teniamos un gran respeto por su erudición y una profunda preocupación por sus precarias condiciones de salud, estas discusiones siempre terminaban por cambiar de tema para evitar la excitación excesiva.

Pero esto no suponía un peligro para la intimidad de nuestra relación, porque nos amamos, y porque colaboramos sentimentalmente  y no por razones intelectuales. Cualesquiera que hayan sido nuestras diferencias en la interpretación de los hechos o en los argumentos por los que justificabamos las medidas, en la práctica queríamos las mismas cosas y estabamos motivados por el mismo sentimiento intenso hacia la libertad, la justicia y el bienestar de toda la humanidad. Por lo tanto, podiamos avanzar en  conjunto.

Y, de hecho, nunca hubo desacuerdos graves entre nosotros hasta ese día de 1914, cuando nos enfrentamos por una cuestión de conducta práctica de importancia capital para los dos: el de la actitud a adoptar por los anarquistas hacia la guerra. En esa ocasión, las viejas preferencias de Kropotkin para todo lo que es ruso y francés se despertó y exacerbo en él, y se declaró un entusiasta partidario de la Entente. Parecía olvidar que él era un internacionalista, socialista y anarquista, se olvidó de lo que él mismo había escrito sólo un corto tiempo antes de la guerra que los capitalistas se estaban preparando, y comenzó a expresar su admiración por los peores aliados estadistas y generales, y al mismo tiempo trato de cobardes a los anarquistas que se negaron a unirse a la Unión Sacre, lamentando que su edad y su mala salud le impidió tomar el fusil y marchar contra los alemanes. Es imposible, por tanto, estar de acuerdo con el: para mí era un caso verdaderamente patológico. De todos modos fue uno de las más tristes y dolorosos momentos de mi vida (y, me atrevo a sugerir, también para él) cuando, después del más enconado debate, nos despedimos como adversarios, casi como enemigos.

Grande fue mi pesar por la pérdida del amigo y por el daño hecho a la causa como consecuencia de la confusión que se creo entre los compañeros por su deserción. Pero a pesar de todo, el amor y el aprecio que sentía por el hombre quedaron intactos, al igual que la esperanza de que, una vez que el momento de euforia asi como su propia perspectiva haya pasado, admitiria su error y volveria al movimiento el Kropotkin de antaño.

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Kropotkin era al mismo tiempo, un científico y un reformador social. Él fue inspirado por dos pasiones: el deseo de conocimiento y el deseo de actuar por el bien de la humanidad, dos nobles pasiones que pueden ser mutuamente útiles, y que a uno le gustaría ver en todos los hombres, (sin ser, a todo esto, uno a la vez o uno al mismo al tiempo). Pero Kropotkin era una personalidad eminentemente sistemática y quería explicarlo todo con un principio, y reducirlo todo a la unidad y, a menudo, lo hizo, en mi opinión, a expensas de la lógica.

Así, el utilizo la ciencia para apoyar sus aspiraciones sociales, porque en su opinión, estas eran simples deducciones científicas rigurosas.

No tengo ninguna capacidad especial para juzgar a Kropotkin como científico. Sé que él en su juventud rindio servicios notables a la geografía y la geología, y aprecio la gran importancia de su libro sobre la ayuda mutua, y estoy convencido de que con su vasta cultura e inteligencia noble, podría haber hecho una mayor contribución a el adelanto de las ciencias si sus pensamientos y actividad no huibiera sido absorbida en la lucha social. Sin embargo, a mi parecer él carecía de ese algo que hace a un verdadero hombre de ciencia; la capacidad de olvidarse de las aspiraciones y las ideas preconcebidas y observar los hechos con fria objetividad. Parecía ser lo que yo diría con mucho gusto, un poeta de la ciencia. Por una intuición original, podría haber logrado prever nuevas verdades, pero estas verdades habrian tenido que ser verificadas por otros con menos, o nada de imaginación, pero mejor equipados, con lo que se llama el espíritu científico. Kropotkin era demasiado apasionado para ser un observador preciso.

Su procedimiento normal fue empezar con una hipótesis y luego buscar los hechos que la confirmaban-lo que puede ser un buen método para descubrir cosas nuevas, pero lo que ocurrió, y sin querer, fue que no veía las que invalidaban su hipótesis.

No se atrevía a admitir un hecho, y muchas veces ni siquiera lo consideraba, si no hubiera conseguido explicarlo primero, es decir encajarlo en su sistema.

Como ejemplo voy a relatar un episodio en el que yo jugue un papel:

Cuando estaba en la Pampa argentina (en los años 1885 a 1889), leí algo sobre los experimentos en la hipnosis por la Escuela de Nancy, que era nuevo para mí. Yo estaba muy interesado en el tema, pero no tuve oportunidad en el tiempo para averiguar más. Cuando yo estaba de regreso en Europa vi a Kropotkin en Londres, y le preguntó si él podía darme alguna información sobre la hipnosis. Kropotkin negó rotundamente que hubiera alguna verdad en ella; que toda ella era una falsificación o una cuestión de alucinaciones. Algún tiempo después volví a verlo, y la conversación volvió una vez más en el tema. Para mi gran sorpresa me encontré con que su opinión había cambiado por completo, los fenómenos hipnóticos se había convertido en un tema de interés que merece ser estudiado. ¿Qué había sucedido entonces? ¿Se había enterado de  nuevos hechos o había encontrado pruebas convincentes de lo que había negado previamente? No, en absoluto. El, simplemente, habia leido en un libro, por no sé que fisiólogo alemán, una teoría sobre la relación entre los dos hemisferios del cerebro que podría servir para explicar, bien o mal, los fenómenos de la hipnosis.

En vista de esta predisposición mental que le permitió acomodar las cosas a su gusto en cuestiones de ciencia pura, en la que no hay razones por las que la pasión debe confundir la inteligencia, se podria prever lo que ocurriría en aquellas cuestiones que íntimamente se referían a sus más profundos deseos y sus más caras esperanzas.

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Kropotkin adhirio a la filosofía materialista que prevaleció entre los científicos en la segunda mitad del siglo XIX, la filosofía de Moleschott, Buchner, Vogt y otros, y por consiguiente, su concepto del Universo fue rigurosamente mecanicista.

Según su sistema, la Voluntad(Will) (una fuerza creadora, cuya fuente y  naturaleza no podemos comprender, como, asimismo,  no entendemos la naturaleza y la fuente de la «materia» o de cualquiera de los otros «primeros principios»)-como decía , la Voluntad, que contribuyó mucho o poco en la determinación de la conducta de los individuos y de la sociedad, no existe y es una mera ilusión. Todo lo que ha sido, es y será, desde el camino de las estrellas al el nacimiento y la decadencia de una civilización, desde el perfume de una rosa a la sonrisa en los labios de una madre, desde un terremoto a los pensamientos de un Newton, desde la crueldad de un tirano a la bondad de un santo, todo lo que tiene, debe, y quiere producirse es resultado de una inevitable secuencia de causas y efectos de origen mecánico, que no deja ninguna posibilidad de variedad. La ilusión de la Voluntad es en sí un hecho mecánico.

Naturalmente, si la Voluntad no tiene ningún poder, si todo es necesario y no puede ser de otra manera, entonces las ideas de libertad, justicia y responsabilidad no tienen ningún significado, y no tienen ninguna incidencia en la realidad.
Por lo tanto, lógicamente, todo lo que podemos hacer es contemplar lo que está ocurriendo en el mundo, con indiferencia, placer o dolor, en función de los sentimientos personales, sin esperanza y sin la posibilidad de cambiar nada.

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Así que Kropotkin, que fue muy crítico con el fatalismo de los marxistas, fue él mismo víctima del fatalismo mecanicista, que es mucho más inhibidor.

Pero la filosofía no podía matar a la Voluntad de gran alcance que se encontraba en Kropotkin. Estaba demasiado profundamente convencido de la verdad de su sistema para abandonarlo o mantenerse pasivo mientras otros lo ponian en duda; era demasiado apasionado, y muy deseoso de libertad y justicia para ser detenido por la dificultad de una contradicción lógica, y dejar la lucha. Persuadio el dilema introduciendo el anarquismo en su sistema y convertiendo a este en una verdad científica.

El trataria de confirmar su punto de vista al sostener que todos los descubrimientos recientes en todas las ciencias, desde la astronomía directamente a la biología y la sociología coincidieron en demostrar cada vez más claramente que la anarquía es la forma de organización social que se impone por leyes naturales.

Se podría haber señalado que independientemente de las conclusiones que pueden extraerse de la ciencia contemporánea, es un hecho que si los nuevos descubrimientos fueran a destruir las creencias científicas actuales, habría seguido siendo un anarquista, a pesar de la ciencia, tal como era un anarquista a pesar de la lógica. Pero Kropotkin no habría sido capaz de admitir la posibilidad de un conflicto entre la ciencia y sus aspiraciones sociales y siempre ideaba el medio, no importa si era lógico o no, para conciliar su filosofía mecanicista con su anarquismo.

Así, después de haber dicho que » La anarquía es una concepción del universo basada sobre una interpretación mecánica de los fenómenos, que abarca todas las sociedades, incluida la vida de las sociedades » (Confieso que nunca he logrado entender lo que esto podría significar) Kropotkin olvidaba su concepto mecanicista como un asunto sin importancia, y se lanzaba a la lucha con el fuego, el entusiasmo y la confianza de quien cree en la eficacia de su voluntad y que espera por su actividad obtener o contribuir a la consecución de las cosas que quiere.

En realidad el anarquismo y comunismo de Kropotkin eran mucho más la consecuencia de su sensibilidad que de la razón. En él, el corazón habla primero y  la razón lo sigue para justificar y reforzar sus impulsos.

Lo que constituyo la verdadera esencia de su carácter fue su amor a la humanidad, la simpatía que sentía por los pobres y los oprimidos. Él sufrió realmente por los demás, y encontró a la injusticia intolerable, incluso si operaba en su favor.

En el tiempo en que frecuentaba con él en Londres, se ganaba la vida colaborando en revistas científicas y otras publicaciones, y vivía en circunstancias relativamente cómodas, pero sentía una especie de remordimiento por haber sido mejor que la mayoría de los trabajadores manuales y siempre parecía querer disculparse por las pequeñas comodidades que podía permitirse. Decía con frecuencia, al hablar de sí mismo y de quienes estaban en circunstancias similares: «Si hemos sido capaces de educarnos a nosotros mismos y desarrollar nuestras facultades, si tenemos acceso a satisfacciones intelectuales y vivir en condiciones materiales no demasiado malas, es porque nos hemos beneficiado, a través de un accidente del renacimiento, de la explotación a que son sometidos los trabajadores y, por tanto la lucha por la emancipación de los trabajadores es un deber, una deuda que debemos pagar. »

Fue por su amor a la justicia, y a modo de expiar los privilegios que había disfrutado, que había renunciado a su cargo, abandonado sus estudios que tanto disfrutaba, para dedicarse a la educación de los trabajadores de San Petersburgo y a la lucha contra el despotismo de los zares. Alentado por estos mismos sentimientos se sumo posteriormente a la Internacional y aceptó las ideas anarquistas. Por último, entre las diferentes interpretaciones del anarquismo el eligió e hizo suyo el programa comunista-anarquista que, al estar basado en la solidaridad y el amor, va más allá de la propia justicia.

Pero, como era obviamente previsible, el tenia sus influencias a la hora de plantearse las cosas, cuál iba a ser el futuro y cómo iba a producirse, siguiendo qué tipo de lucha. Como para él, filosóficamente, todo lo que pasa es porque tiene que pasar, el deseado triunfo del anarquismo comunista también iba a ser inevitable, como si del cumplimiento de una ley natural se tratase.
Dado que, de acuerdo con su filosofía de que lo que sucede necesariamente debe ocurrir, así también el anarquismo comunista que deseaba, inevitablemente, debe triunfar, como si por una ley de la naturaleza. Y esto lo liberó de cualquier duda y elimino todas las dificultades de su camino. El mundo burgués estaba destinado a derrumbarse, ya era hora y la acción revolucionaria sólo sirvió para acelerar el proceso.

Su gran influencia como propagandista, así como la derivada de su gran talento, se basaba en el hecho de que mostró que las cosas eran muy simples, tan fáciles, tan inevitables, que los que lo oyeron hablar o leyeron sus artículos fueron inmediatamente encedidos del entusiasmo.

Los problemas morales desaparecieron porque atribuyo a la «gente», las masas trabajadoras, grandes habilidades y todas las virtudes. Con razón elogió la influencia moral del trabajo, pero no vio lo suficiente claro los efectos deprimentes de la miseria, la corrupción y el sometimiento. Y pensó que sería suficiente suprimir los privilegios de los capitalistas y el poder de los gobernantes para que todos los hombres empezaran de inmediato a amarse como hermanos y a atender a los intereses de los demas como lo harían por los suyos.

De la misma manera no veía las dificultades materiales, o simplemente las aparto. Había aceptado la idea, a la vez muy extendida entre los anarquistas, de que la acumulación de existencias de alimentos y bienes manufacturados, era tan abundantes que, durante un largo período de tiempo no sería necesario preocuparse de la producción; y siempre declaró que el problema inmediato era el del consumo, que para el triunfo de la revolución seria necesario satisfacer las necesidades de todos de inmediato, así como en abundancia, y que la producción debia seguir el ritmo del consumo. De esta idea surgio la de «tomar de los almacenes» ( «Mucchio presanel»), que polularizo y que sin duda es la forma más sencilla de concebir el comunismo y la más propensa a traer las masas a su favor, pero es también la más primitiva, así como el camino mas utópico. Y cuando se le hizo observar que esta acumulación de productos no podía existir, porque los jefes solo permiten normalmente la producción de lo que pueden vender con beneficios, y que posiblemente en el comienzo de una revolución sería necesario organizar un sistema de racionamiento, y presionar por una intensificación de la producción en lugar de recurrir a ayudarse a sí mismos tomando de un almacén, que en el caso sería inexistente, Kropotkin se dedicó a estudiar el problema de primera mano y llegó a la conclusión de que de hecho tal abundancia no existia y que algunos países eran continuamente amenazados por la escasez. Pero recuperó este  pensamiento de las grandes potencialidades de la agricultura con la ayuda de la ciencia. Tomó como ejemplos los resultados obtenidos por los agricultores y los agrónomos pocos dotados en áreas limitadas y señaló las conclusiones más alentadoras, sin pensar en las dificultades que se pondría en el camino por la ignorancia y la aversión de los campesinos a lo que es el cambio, y que en cualquier caso sería necesario mucho tiempo para lograr la aceptación general de las nuevas formas de cultivo y de distribución.

Como siempre, Kropotkin veía las cosas como él hubiera deseado que fueran y como todos esperamos que serán algun día,  él consideraba como existente o inmediatamente realizable lo que debe ser ganado a través de una larga y cruenta lucha.

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En el fondo Kropotkin concebia a la naturaleza como una especie de Providencia, gracias a la cual tenía que haber armonía en todas las cosas, incluidas las sociedades humanas. Y esto ha llevado a muchos anarquistas a repetir que «La anarquía es el orden natural», una frase con un sabor exquisitamente kropotkiano.

Si bien es cierto que la ley de la naturaleza es la armonía, yo sugiero que uno tendría derecho a preguntarse por qué la naturaleza ha esperado por los anarquistas para nacer, y continúa esperandolos para triunfar, con el fin de destruir los terribles y destructivos conflictos que la humanidad ya ha sufrido.

¿No sería más cercano a la verdad decir que la anarquía es la lucha, en la sociedad humana, contra las disonancias de la Naturaleza?

He hecho hincapié en los dos errores que, en mi opinión, Kropotkin ha cometido- su teoría del fatalismo y su excesivo optimismo- porque creo haber observado los resultados perjudiciales que han producido en nuestro movimiento.

Hubo compañeros que tomaron la teoría fatalista-que eufemísticamente denomianron determinismo- en serio y como resultado perdió todo espíritu revolucionario. La revolución, dijeron, no se ha hecho, sino que vendrá cuando el tiempo este maduro para ello, y es inútil, no-científico, e incluso ridículo tratar de provocarla. Y armados con tales razones de peso, se retiraron de la circulación y se ocuparon de sus propios negocios. Pero sería un error creer que se trataba de una excusa para retirarse de la lucha. He conocido a muchos compañeros de gran coraje y valor, que se han expuesto a grandes peligros y que han sacrificado su libertad e incluso su vida en nombre de la anarquía, mientras estaban convencidos de la inutilidad de sus acciones. Han actuado por repugnancia  hacia la sociedad actual, con animo de venganza, por desesperación, o por el amor al  gran gesto, pero sin pensar en servir a la causa de la revolución, y por consiguiente sin seleccionar el objetivo y el momento oportuno, o sin preocuparse de coordinar su acción con la de otros.

Por otro lado, aquellos que sin preocuparse por la filosofía han querido trabajar por y para la revolución, han imaginado los problemas como mucho más simples de lo que son en realidad, sin preveer las dificultades, y prepararse para ellas … y debido a esto nos hemos visto impotentes, incluso cuando hubo oportunidad de una acción eficaz.
Que los errores del pasado sirvan para enseñarnos a hacerlo mejor en el futuro.

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He dicho lo que tenía que decir.
No creo que mis criticas hacia él puedan disminuir a Kropotkin, la persona, que sigue siendo, a pesar de todo, una de las luces brillantes de nuestro movimiento.
Si son justas, servirán para demostrar que nadie está libre de errores, ni siquiera cuando está dotado de la inteligencia y el corazón generoso de un Kropotkin.
En cualquier caso, los anarquistas, siempre encontrarán en sus escritos un tesoro de ideas fértiles y en su vida un ejemplo y un incentivo en la lucha por todo lo que es bueno.

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