Contra la Asamblea constituyente tanto como contra la dictadura

(Adunata, October 4, 1930)

Toda persona tiene derecho a expresar y defender sus ideas, pero nadie tiene derecho a tergiversar las ideas de alguien más para reforzar las propias.

(…)una Asamblea Constituyente es el medio utilizado por las clases privilegiadas, cuando una dictadura no es posible, ya sea para evitar una revolución, o, cuando una revolución ya ha estallado , para detener su progreso con la excusa de la legalización, y volver a tomar en la medida de lo posible  los beneficios que el pueblo había conseguido durante el período insurreccional.

La Asamblea constituyente, con su hacer dormido y sofocante, y la dictadura, con su aplaste y asesinatos, son los dos peligros que amenazan a cualquier revolución. Los anarquistas deben apuntar sus esfuerzos contra ellos.

Por supuesto, ya que somos una minoría relativamente pequeña, es muy posible, e incluso probable, que la próxima conmoción terminará en la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Sin embargo, esto no ocurriría con nuestra participación y cooperación. Pasaría contra nuestra voluntad, a pesar de nuestros esfuerzos, simplemente porque no habremos sido bastante fuertes para prevenirlo. En este caso, tendremos que ser tan desconfiados e inflexiblemente opuestos a una Asamblea Constituyente, como lo hemos sido siempre a los parlamentos y a cualquier otro órgano legislativo.

Que este sea muy claro. No soy partidario de la teoria del «todo o nada ‘. Creo que nadie en realidad se comporta según dicha teoría: sería imposible.

Esto es sólo un eslogan utilizado por muchos para advertir acerca de la ilusión de las pequeñas y presuntas reformas del gobierno y demas autoridades, y recordar siempre de la necesidad y la urgencia del acto revolucionario: es una frase que puede servir, interpretada vagamente, como un incentivo para una lucha sin cuartel contra todo tipo de opresores y explotadores. Sin embargo, si se toma literalmente, es absurda.

‘Todo’ es el ideal que se hace más lejano y más amplio según los progresos son hechos, y por lo tanto nunca puede ser alcanzado. ‘Nada’ sería un estado abismalmente incivilizado, o al menos una sumisión supina a la opresión presente.

Creo que uno debe tomar todo lo que se pueden tomar, ya sea mucho o poco: hacer todo lo posible hoy, siempre luchando por hacer posible lo que hoy parece imposible.

Por ejemplo, si hoy no podemos deshacernos de todo tipo de gobierno, esto no es una buena razón para no tomar interés en la defensa de las pocas libertades adquiridas y de luchar por ganar cada vez mas. Si ahora no se puede abolir completamente el sistema capitalista y la consiguiente explotación de los trabajadores, esto no es una buena razón para dejar de luchar por obtener salarios más altos y mejores condiciones de trabajo. Si no podemos abolir el comercio y sustituirlo por el intercambio directo entre los productores, esto no es una buena razón para no buscar los medios para escapar de la explotación de los comerciantes y especuladores en la mayor medida posible.

Si el poder de los opresores y el estado sobre la opinión pública impiden ahora suprimir las prisiones y proveer cualquier defensa contra malhechores con un medio más humano, no por esto nosotros perderíamos el interés de realizar una acción para suprimir la pena de muerte, la cadena perpetua, el confinamiento cercano y, en general, el medio más feroz de represión que es llamado justicia social, pero que en realidad asciende a una venganza bárbara. Si no podemos suprimir la policía, no por esto nosotros permitiríamos, sin protestar y oponernos, que los policías golpeen a los prisioneros y se permitan todos tipos de excesos, sobrepasando los límites prescritos a ellos según las leyes vigentes…

Termino aqui, ya que hay millares y millares de casos, tanto en la vida individual como social, en los cuales, debido a la incapacidad para obtener ‘todo’, uno tiene que intentar uno tiene que tratar de obtener lo más posible.

En este punto, la cuestión de importancia fundamental se plantea acerca de la mejor manera de defender lo que uno tiene siempre luchando para conseguir más; por allí es una manera que debilita y mata el espíritu de independencia y la conciencia del  propio derecho, por lo tanto, compromete el futuro y el presente en sí, mientras que hay otra forma que utiliza cada pequeña victoria para hacerse mayores exigencias, por lo tanto, preparar la mente y el ambiente para completar la tan ansiada emancipación.

Lo que constituye la característica, la razón de ser del anarquismo es la convicción de que los gobiernos – las dictaduras, los parlamentos, etc – son siempre instrumentos de conservación, reacción, opresión; y la libertad, la justicia, el bienestar para todo el mundo debe venir de la lucha contra la autoridad, de la libre empresa y libre acuerdo entre individuos y grupos.

Un problema que preocupa a muchos anarquistas hoy en día, y con mucha razón.

Como les resulta insuficiente trabajar en la propaganda revolucionaria y la preparación técnica, que no siempre es posible y se hace sin saber cuando será fructífero, buscan algo práctico que hacer aquí y ahora, con el fin de cumplir en la medida de lo posible nuestras ideas, a pesar de las adversas condiciones; algo que ayuda moral y materialmente a los anarquistas y al mismo tiempo sirve como un ejemplo, una escuela, un campo experimental.

Ofertas prácticas vienen de todos lados. Ellas están bien desde mi postura, si apelan a la iniciativa libre y a un espíritu de solidaridad y justicia, y tienden a alejar a los individuos de la dominación del gobierno y el amo. Y para evitar perder tiempo en debates continuamente recurrente que nunca aportan nuevos hechos o argumentos, me gustaría animar a los que tienen un proyecto para tratar de lograrlo de inmediato, tan pronto como se encuentran el apoyo del mínimo necesario de participantes, sin esperar, por lo general en vano, el apoyo de todos o muchos: – la experiencia dirá si esos proyectos eran viables, y esto permitira que los mejores se mantengan y prosperen.

Que cada uno pruebe los caminos que consideren mejores y más aptos a su temperamento, tanto hoy en lo que concierne a las pequeñas cosas que pueden realizarse en el entorno presente, como mañana en la tierra enorme que la revolución ofrecerá a nuestra actividad. En cualquier caso, lo lógico para todos nosotros, si no queremos dejar de ser realmente anarquistas, es que nunca dejemos nuestra libertad en manos de una persona o dictadura, de un déspota o de una Asamblea Constituyente; en lo que de nosotros depende, nuestra libertad debe encontrar su fundamento en la igualdad y la libertad de todos.

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